martes, 9 de junio de 2009

Augusto Álvarez Rodrich: El lobo del hortelano

Lo del ‘perro’ es más que un plan económico.
HUARAZ. El intento de capturar Panamericana TV que acabó en papelón, la ineficacia para evitar la muerte por frío de niños en el ande, y el baño de sangre en la incursión policial para reabrir la carretera en la amazonía revelan –todo en una semana– que, en costa, sierra y selva, y para mal o para bien, la ejecución de planes en el gobierno suele ser mediocre.
Ante esos problemas, la respuesta oficial es arrogante, no reconoce el error y culpa a un tercero. Fernando Rospigliosi ha explicado muy bien ayer, en el portal Espacio Compartido, los graves errores de la operación policial en Bagua.
Pero ese desastre es muy grave y diferente de criolladas como querer controlar un canal, tanto por las muertes lamentables que se produjeron –de policías y de pobladores–, como porque, detrás de la opción tomada por el gobierno, se asoma una visión del Perú marcada por una vocación autoritaria, desprecio hacia quien discrepa del credo oficial, y hasta racismo.
Sin dejar de reconocer el papel nocivo del maximalismo radical en que devino Aidesep, el modo como el gobierno quiso ‘resolver’ la crisis amazónica revela que el pensamiento-guía del perro de hortelano es más que una estrategia económica, y que es la visión presidencial para relacionarse con el país.
Su respuesta y de los principales dirigentes apristas luego de las muertes de Bagua, sin aceptar responsabilidades evidentes, exigiendo detenciones que el propio presidente de la Corte Suprema vio con recelo, y exigiendo a la prensa el titular del día siguiente, refuerzan la sensación de que el gobierno ha entrado en una fase de endurecimiento que podría tener consecuencias relevantes durante el bienio que le queda.
Con sangre en el ojo y sed de venganza por las consecuencias de sus propios errores, el gobierno podría estarse metiendo en un viaje sin retorno al terreno de la intransigencia y de ‘no aguantar muchas pulgas’. Para un partido como el Apra, esto puede significar muchas cosas, varias no muy buenas.
Por ejemplo, poner la administración pública a hostilizar al que no le guste, usar jueces apristones –que son varios– para ídem, o presionar a los medios por una ‘prensa positiva’, es decir, que no critique mucho y que, mejor, adule al gobierno.
Contará con la colaboración entusiasta de sectores poco democráticos que, después de Bagua, se sienten ganadores y que creen que el progreso de largo plazo del país pasa por el disciplinamiento de ‘las corrientes disidentes’ y por no generar mucho ruido, para lo cual ya se alistan las nuevas baterías en varios medios de comunicación. Lástima por García, pues ese camino es poco democrático y lo llevará a terminar con el aplauso de los sectores más autoritarios y racistas del país.
La República, 07/06/2009

Augusto Álvarez Rodrich: El fin del perro del hortelano

Esta teoría ya probó un bocado envenenado.
Veinticuatro policías asesinados; un número indeterminado –pero quizá mayor– de pobladores muertos; nativos con cara pintada en son de guerra y sin ganas de retroceder; y el presidente insistiendo en que se trata de un complot contra la democracia de terroristas financiados por intereses extranjeros opuestos al progreso del Perú, componen un cóctel explosivo que ya cobró muchas vidas y que podría ponerse peor en el futuro.
A estas alturas es evidente que el gobierno, por más buena que fuera su intención, siguió una estrategia equivocada en la selva, sin un esfuerzo mínimo de entender la cosmovisión de sus pobladores, y cayendo en el facilismo agresivo de, como no compartían su punto de vista, calificarlos de ‘perros del hortelano’, de ignorantes y de terroristas.
Lo ocurrido constata el fracaso de la política realizada en Lima al ocuparse de asuntos trascendentales para zonas alejadas de la capital. El Ejecutivo y el Congreso se enredaron en un peloteo irresponsable con los decretos controversiales, y el resultado son las muertes lamentables de estos días.
Sospecho que algunos están felices por lo ocurrido en Bagua pues mete al gobierno en un túnel que les conviene y del que puede ser difícil salir. Evitar una mayor confrontación, con más bala y más muerte, puede verse como algo complicado en este momento dado el rumbo de colisión en el que están ambas partes. Pero eludir ese desenlace fatal más grave que el ya visto constituye ahora un objetivo fundamental.
Salvo que el presidente García esté dispuesto a extremar la situación con el riesgo de un mayor desangramiento, este es el momento de que actúe con una perspectiva de largo plazo. La arrogancia y la soberbia suelen ser malas compañeras de la grandeza indispensable en un estadista en la hora difícil.
Esto puede implicar el retiro del rollo que acusa a los nativos de terroristas (incluyendo su spot televisivo), y abrir un espacio de negociación nuevo quizá suspendiendo la aplicación de los decretos para crear el clima para una solución pacífica.
Un cambio de gabinete facilitaría el proceso, pero más importante será el cambio de actitud del presidente Alan García, con una actitud menos agresiva, reconociendo que su teoría del ‘perro del hortelano’ ya pasó a mejor vida, que no todos con los que debe conversar son empresarios elegantes que lo visitan en Palacio, y admitiendo que el daño que ya sufrió su gobierno en Bagua es grande, pero que este puede ser mayor si insiste en la ruta actual, pues el efecto imitación en muchas otras zonas puede ser una ola grande que no pueda pasar, construyendo un desenlace negativo e indeseable que ni él, ni los peruanos ni el país merecen.
La República, 09/06/2009

Javier Diz Canseco: Colmillos del perro del hortelano

Escindido y excluyente, el Perú volvió a estallar. La orden de García y su gabinete de desalojar –a sangre y fuego– a los nativos que ocupaban Corral Quemado y las zonas aledañas de la carretera Fernando Belaunde desató una cruenta ola de violencia. Tropa de choque, vehículos blindados y helicópteros, que lanzaban lacrimógenas y tiros, encendieron el fuego. Rápidamente corrió de los caseríos a Utcubamba y Bagua Chica, hasta la estación de bombeo # 6, donde 38 policías estaban retenidos. El balance es incierto, pues los cadáveres habrían sido echados al río, pero sabemos que decenas de nativos, civiles y policías han muerto, sus familias los lloran sin poder recuperarlos, y viejas cicatrices se reabren.
Cual cruzado medieval contra los infieles, García decidió poner fin a la demanda indígena que –con gran firmeza– enfrenta su plan de lotizar la Amazonía a favor de grandes extractores de materias primas y avasallar los derechos de las comunidades y al medioambiente.
Ahora, psicóticamente, es un complot, hasta internacional, una manipulación de nativos ignorantes. Pero García había advertido sus planes a las comunidades y pequeños propietarios rurales en “El Perro del Hortelano”. En octubre del 2007, identificó modernidad y progreso con gran inversión y transnacionales. Señaló: La inversión “necesita propiedad segura (de tierra), pero hemos caído en el engaño de entregar pequeños lotes de terreno a familias pobres que no tienen un centavo para invertir”. Fue categórico: “La demagogia y el engaño dicen que esas tierras no pueden tocarse porque son objetos sagrados y que esa organización comunal es la organización original del Perú”. Y recalcó: “…en todo el Perú (hay) tierras ociosas porque el dueño no tiene formación ni recursos económicos, por tanto su propiedad es aparente. Esa misma tierra vendida en grandes lotes traería tecnología de la que se beneficiaría también el comunero”. Más claro ni el agua: la propiedad de los pobres “es aparente” e inútil por falta de capital. La propiedad real, que el Estado debe imponer: la gran propiedad.
Con las facultades legislativas que el Congreso le delegó para “adecuar la legislación al TLC-EEUU”, inescrupuloso y mañoso, creyó encontrar la oportunidad para imponer su visión revelada. Lanzó una ofensiva contra las comunidades y la Amazonía con DL inconsultos (violando el Convenio 169 de la OIT y otros) y provocó la reacción de los pueblos amazónicos. El afán de negociación fue inútil hasta que en agosto del 2008, con una huelga, arrancaron la derogatoria de dos DL y la revisión de otros. Regresaron la mecedora y el engaño. El 9 de abril se desató la segunda huelga. Pero ahora, el Congreso jugó con García y frustró la discusión y aprobación de sus mismos dictámenes por derogar los DL antiamazónicos. Entre tanto, Simon jugaba al “diálogo” y la mecedora, buscaba desconocer a los líderes de Aidesep y preparaba la represión.
El gobierno sabía que mucha gente de la zona era ex combatiente del Cenepa, reservista o rondero. Los nativos advirtieron que en esta lucha se les iba la vida, aunque no querían violencia. Movilizados masivamente, buscaron negociaciones diversas e infructuosas. Pero García presionaba al gabinete y a Cabanillas para acabar la protesta. Así nació la torpe operación del “día del medioambiente” –ahora supuesta respuesta a un complot– que, con las primeras muertes, desató las iras más hondas, los resentimientos más profundos y una cruenta y cruel sucesión de muertos y heridos. La condenable e inaceptable ejecución de policías detenidos y maniatados en la Bomba #6 revela que hay sectores que –sin dirección– pueden dar rienda suelta a toda clase de demonios.
Se persigue y descabeza la dirección de las comunidades nativas, Aidesep, lo que agudizará el caos y la respuesta desarticulada, mientras el mismo Presidente de la Corte Suprema denuncia la presión política sobre el PJ.
La situación ha convocado una Jornada Nacional de Lucha el 11 de junio y varios paros y movilizaciones regionales. Urge una salida: 1) El gobierno debería declarar temporalmente inaplicables (“vacatio legis”) los DL objetados, mientras el Congreso procesa las demandas de inconstitucionalidad y derogatoria; 2) El Congreso debiera colocar los temas en agenda y resolver, sin evadir su responsabilidad; 3) El gabinete Simon-Cabanillas debe irse y asumir su responsabilidad política en esta sangría; 4) Convocar a una investigación internacional de lo ocurrido, dadas las denuncias de Villa Stein sobre las presiones politicas al PJ, la ilegitimidad del Congreso y del Ejecutivo; 5) Nombrar una Comisión mediadora: quizás la defensora del Pueblo, los obispos amazónicos y Salomón Lerner (CVR); 6) Cesar la persecución a los dirigentes indígenas nacionales en Lima y levantar el Estado de Emergencia y toque de queda.
García, el gran responsable –que repite su brutal manejo de la revuelta de los penales de junio 1986–, debe irse. Y nosotros refirmarnos en una Constituyente que reconozca al Perú plurinacional y defienda sus recursos naturales, entre otros cambios, para refundarlo.
La República, 08/06/2009