Lo del ‘perro’ es más que un plan económico.
HUARAZ. El intento de capturar Panamericana TV que acabó en papelón, la ineficacia para evitar la muerte por frío de niños en el ande, y el baño de sangre en la incursión policial para reabrir la carretera en la amazonía revelan –todo en una semana– que, en costa, sierra y selva, y para mal o para bien, la ejecución de planes en el gobierno suele ser mediocre.
Ante esos problemas, la respuesta oficial es arrogante, no reconoce el error y culpa a un tercero. Fernando Rospigliosi ha explicado muy bien ayer, en el portal Espacio Compartido, los graves errores de la operación policial en Bagua.
Pero ese desastre es muy grave y diferente de criolladas como querer controlar un canal, tanto por las muertes lamentables que se produjeron –de policías y de pobladores–, como porque, detrás de la opción tomada por el gobierno, se asoma una visión del Perú marcada por una vocación autoritaria, desprecio hacia quien discrepa del credo oficial, y hasta racismo.
Sin dejar de reconocer el papel nocivo del maximalismo radical en que devino Aidesep, el modo como el gobierno quiso ‘resolver’ la crisis amazónica revela que el pensamiento-guía del perro de hortelano es más que una estrategia económica, y que es la visión presidencial para relacionarse con el país.
Su respuesta y de los principales dirigentes apristas luego de las muertes de Bagua, sin aceptar responsabilidades evidentes, exigiendo detenciones que el propio presidente de la Corte Suprema vio con recelo, y exigiendo a la prensa el titular del día siguiente, refuerzan la sensación de que el gobierno ha entrado en una fase de endurecimiento que podría tener consecuencias relevantes durante el bienio que le queda.
Con sangre en el ojo y sed de venganza por las consecuencias de sus propios errores, el gobierno podría estarse metiendo en un viaje sin retorno al terreno de la intransigencia y de ‘no aguantar muchas pulgas’. Para un partido como el Apra, esto puede significar muchas cosas, varias no muy buenas.
Por ejemplo, poner la administración pública a hostilizar al que no le guste, usar jueces apristones –que son varios– para ídem, o presionar a los medios por una ‘prensa positiva’, es decir, que no critique mucho y que, mejor, adule al gobierno.
Contará con la colaboración entusiasta de sectores poco democráticos que, después de Bagua, se sienten ganadores y que creen que el progreso de largo plazo del país pasa por el disciplinamiento de ‘las corrientes disidentes’ y por no generar mucho ruido, para lo cual ya se alistan las nuevas baterías en varios medios de comunicación. Lástima por García, pues ese camino es poco democrático y lo llevará a terminar con el aplauso de los sectores más autoritarios y racistas del país.
HUARAZ. El intento de capturar Panamericana TV que acabó en papelón, la ineficacia para evitar la muerte por frío de niños en el ande, y el baño de sangre en la incursión policial para reabrir la carretera en la amazonía revelan –todo en una semana– que, en costa, sierra y selva, y para mal o para bien, la ejecución de planes en el gobierno suele ser mediocre.
Ante esos problemas, la respuesta oficial es arrogante, no reconoce el error y culpa a un tercero. Fernando Rospigliosi ha explicado muy bien ayer, en el portal Espacio Compartido, los graves errores de la operación policial en Bagua.
Pero ese desastre es muy grave y diferente de criolladas como querer controlar un canal, tanto por las muertes lamentables que se produjeron –de policías y de pobladores–, como porque, detrás de la opción tomada por el gobierno, se asoma una visión del Perú marcada por una vocación autoritaria, desprecio hacia quien discrepa del credo oficial, y hasta racismo.
Sin dejar de reconocer el papel nocivo del maximalismo radical en que devino Aidesep, el modo como el gobierno quiso ‘resolver’ la crisis amazónica revela que el pensamiento-guía del perro de hortelano es más que una estrategia económica, y que es la visión presidencial para relacionarse con el país.
Su respuesta y de los principales dirigentes apristas luego de las muertes de Bagua, sin aceptar responsabilidades evidentes, exigiendo detenciones que el propio presidente de la Corte Suprema vio con recelo, y exigiendo a la prensa el titular del día siguiente, refuerzan la sensación de que el gobierno ha entrado en una fase de endurecimiento que podría tener consecuencias relevantes durante el bienio que le queda.
Con sangre en el ojo y sed de venganza por las consecuencias de sus propios errores, el gobierno podría estarse metiendo en un viaje sin retorno al terreno de la intransigencia y de ‘no aguantar muchas pulgas’. Para un partido como el Apra, esto puede significar muchas cosas, varias no muy buenas.
Por ejemplo, poner la administración pública a hostilizar al que no le guste, usar jueces apristones –que son varios– para ídem, o presionar a los medios por una ‘prensa positiva’, es decir, que no critique mucho y que, mejor, adule al gobierno.
Contará con la colaboración entusiasta de sectores poco democráticos que, después de Bagua, se sienten ganadores y que creen que el progreso de largo plazo del país pasa por el disciplinamiento de ‘las corrientes disidentes’ y por no generar mucho ruido, para lo cual ya se alistan las nuevas baterías en varios medios de comunicación. Lástima por García, pues ese camino es poco democrático y lo llevará a terminar con el aplauso de los sectores más autoritarios y racistas del país.
La República, 07/06/2009