El artículo publicado por el presidente Alan García (”El síndrome del perro del hortelano”, El Comercio, 28 de octubre de 2007) es importante para conocer a dónde va el gobierno aprista. García dice que en el Perú “hay muchos recursos sin uso que no son transables, que no reciben inversión y que no generan trabajo”. Su alternativa: privatizarlos, para atraer capitales y tecnología. García propone impulsar las explotaciones forestales en la Amazonía: “para eso se necesita propiedad, es decir un terreno seguro sobre 5,000, 10,000 o 20,000 hectáreas, pues en menos terreno no hay inversión formal de largo plazo y de alta tecnología”.
Propone también vender las playas y los cerros, las tierras de las comunidades campesinas (”la demagogia y el engaño dicen que esas tierras no pueden tocarse porque son objetos sagrados y que esa organización comunal es la organización original del Perú. Esa misma tierra vendida en grandes lotes traería tecnología de la que se beneficiaría también el comunero”), así como los recursos mineros y el petróleo: “contra el petróleo, han creado la figura del nativo selvático ‘no conectado’; es decir, desconocido pero presumible, por lo que millones de hectáreas no deben ser exploradas, y el petróleo peruano debe quedarse bajo tierra mientras se paga en el mundo US$90 por cada barril”.
Comencemos por esta última afirmación de García. El petróleo peruano se privatizó y el Estado peruano obtuvo unos suculentos US$860 millones por su venta. para después acumular pérdidas por US$ 1,972 millones entre 1992 y el 2004: una pérdida neta de US$ 1,112 millones en 8 años (Humberto Campodónico: “Privatización de Petroperú generó pérdidas por US$ 1,112 millones”, La República, 19 de enero de 2006). Se privatizó cuando el barril de petróleo estaba a US$20 y ahora está a US$90.
Alan García está atrasado. Brasil, México, Venezuela, Ecuador y Colombia mantienen el control de su petróleo. Argentina y Bolivia -que lo privatizaron- están de regreso. Chile, que no tiene petróleo, ha creado la empresa estatal ENAP y su filial Sipetrol, que explota campos productores “en Argentina, Ecuador y Egipto (nada menos), donde produce 24,000 BD. Además, está presente en Colombia, Irán y Yemen” (Humberto Campodónico: “Petróleo: Una política miope y entreguista”, La República, 19 de febrero de 2006).
Es legítimo preguntarse de dónde ha sacado el Estado chileno el dinero. Pues, de su cobre, porque ni a Pinochet se le ocurrió privatizar su principal recurso natural, y gracias a ese nacionalismo la estatal Corporación del Cobre de Chile, Codelco, ha aportado a su fisco US$15,785 millones entre el 2004 y el 2006. Se espera que las utilidades superen este año los US$10 mil millones (Codelco, Memoria Anual 2006). Mientras tanto, ¿cuánto ha obtenido Alan García por la entrega de nuestros recursos mineros? Un óbolo de 500 millones de soles, algo así como US$ 166 millones; la centésima parte de lo obtenido por Chile en tres años por su cobre. Encima, los mineros se han negado al dar al Estado peruano el control de ese dinero, con un atendible argumento: “¿Y si se tiran la plata?”.
¿Por qué faltó Alan García a su promesa electoral de revisar los contratos lesivos al país? Según dijo, para no ahuyentar la inversión extranjera.
Pero en Bolivia, en dos años, Carlos Mesa y Evo Morales subieron la participación del Estado en las utilidades del 18% al 82%, y redujeron en la misma proporción la de las empresas extranjeras. ¿Cuántas se fueron? Ni una, pues con los actuales precios internacionales eso sigue siendo un buen negocio. Según Haya de la Torre, el antimperialismo era la razón de ser del Apra.
Evo Morales mantiene un 59% de respaldo (cifras de Apoyo), mientras Alan García sigue como el tango, cuesta abajo. El entreguismo no paga. No en popularidad.
(Perú21, 29 de octubre de 2007. p.4)
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