Las entidades regionales han empezado a devorar algunas esperanzas de progreso en el país. Solo así se entiende la actitud de la región Cusco. Los imperiales han iniciado una batalla para que Arequipa no utilice las vertientes de la cuenca del Apurímac. Los mistianos pretenden represar estas aguas y destinarlas al riego de más de 38 mil hectáreas en Majes II. Los imperiales arguyen que con Majes II se dejará sin recurso a los más de 45 mil pobladores de la provincia de Espinar. De la cuenca en cuestión, Cusco reclama 11 de los 15 metros cúbicos, una cantidad que bastaría para dar agua potable a más de 800 mil pobladores e irrigar 14 mil hectáreas de cultivos. Y Espinar actualmente no tiene esa necesidad. El presidente regional Hugo Gonzales está en el derecho de garantizar el recurso hídrico para esta provincia. Sin embargo, hacer estos reclamos resulta poco sensato. La crisis ha llegado a un máximo nivel de encrespamiento con la respuesta arequipeña. La más destemplada ha sido la de Carlos Leyton, el segundo de Juan M. Guillén, que habla de ‘declaratoria de guerra’ (sic). Estos dichos poco afortunados solo atizan la rivalidad inexplicable y absurda de dos regiones que deberían buscar un proyecto conjunto para salir del atraso. Pronto el agua será un recurso escaso. La mejor forma es represarla. Si Arequipa desarrolló un proyecto para ello, a Cusco lo que le queda es negociar una parte razonable.
La República, 04/04/2008
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