viernes, 7 de diciembre de 2007

Carlos Meléndez: Deslindes. El hortelano es el "otro"


Hugo Neira le ha dado (LR,27/11/07) otro tipo de lectura a la metáfora del hortelano, a la que el presidente García ha recurrido últimamente en lo que podríamos llamar su primer "psicosocial para intelectuales". De acuerdo con Neira, la virtud del artículo de García es que ha puesto a los peruanos frente a sí mismos, y que revierte el debate: antes de pensar en el "buen gobierno", deberíamos reflexionar sobre la "buena sociedad". Efectivamente, los comentarios que he leído sobre el artículo presidencial han criticado, en su mayoría, el enfático "giro a la derecha" que toma claramente el gobierno. Era el tipo de debate más esperado, quizás a la vez el más sencillo. Los cuestionamientos a García se basan en suposiciones: se lo ve ejecutando una "negación doctrinaria de Haya de la Torre" (Sinesio López) o una "cruel burla a la revolución social aprista" (Breña). Si tratamos de analizar asépticamente el giro programático o ideológico del APRA, lo encontramos hasta cierto punto normal y sin pie para el escándalo. Por el contrario, demuestra una capacidad de adaptación (para algunos tardía) a las macropolíticas posajuste y es la evidencia de que el PAP busca reestructurar sus coaliciones sociales apuntando no solo al empresariado primario-exportador, sino también a un elector integrado al sistema, con mecanismos de defensa en la cotidianeidad del capitalismo y con iniciativa mercantil. ¿Cuál es el problema? El Justicialismo argentino, el Socialismo chileno y el Partido de los Trabajadores brasileño lo hicieron; el APRA quiere lo suyo (lo cual abre un espacio a opciones enfocadas en la redistribución).
Volvamos a Neira, quien prefiere enfocar el aspecto sociológico de la metáfora presidencial: el desencanto y la insatisfacción social "no se expresan por sí mismas sino por especialistas de la representación no legitimada". Es decir, es un intento de ponerle rostro al "perro del hortelano", que no serían las elites con capacidad de influir en la política nacional, sino más bien estos "brokers" circunstanciales, pragmáticos, particularistas que capitalizan los conflictos sociales y, evolucionados en "lobos", "…encabezan universidades, alcaldías, gobiernos regionales", es decir, la representación política misma. Quizás García exagera al dotar a esa oposición social de una "ideología trasnochada". Ni siquiera cuentan con ello. En muchos casos, la ideología se ha convertido en un vago recuerdo, en un reflejo tímido, donde sobra el inmediatismo y el corto plazo, y donde la otrora reivindicación social se convierte en una fuente de beneficios particulares. Son los primeros en haber "privatizado" la demanda social.
García en "El perro del hortelano II", ahonda más en este punto cuando describe el patrimonialismo que padecen tanto el Estado, las instituciones y las personas: "…esa voluntad de no ceder ningún espacio… el grupo que captura el poder, la región o el municipio, que decide gobernar solo" y en beneficio propio. De este modo, un país sin articulaciones sociales ni políticas solo encuentra archipiélagos patrimonialistas desconectados de un centro autista, sin un proyecto que los enlace.
¿Ha querido acaso García hacer autocrítica? El APRA no deja de ser ejemplo de ese patrimonialismo que como cultura política ha penetrado tanto a las instituciones como a su propio gobierno. Esa argolla ciega e interesada ("angurrienta" para hablar en la jerga contemporánea) que hace del "gobernar con mi propio equipo" un lema de ineficiencia. Un amigo abogado licenciado de una universidad de prestigio me contaba que, cansado de Lima, se presentó a un concurso público como asistente de fiscal en Trujillo (puesto para el que estaba sobrecalificado) y que ni siquiera fue considerado por no pertenecer precisamente a ese equipo patrimonialista que García describe en general, pero que también existe dentro de su partido. Resulta que el "hortelano" es el "otro", pero también uno mismo.
García plantea soluciones económicas, coherentes dentro de su giro programático. Pero tan importante como la política económica es la cohesión social y política. El Presidente olvida plantear medidas al nivel de la reestructuración del entramado social que como todos sabemos (incluidos los marxistas) no es producto inmediato ni reflejo de las estructuras económicas. En sus propuestas, no dedica ni una sola palabra a su partido y la responsabilidad que este tiene para restablecer mediaciones políticas ordenadas y enraizadas en la sociedad, que permitan contener la "anomia" (como diría Neira). Porque precisamente la vitalidad del "perro del hortelano" es consecuencia, entre otros motivos, de los vacíos dejados por los partidos políticos nacionales. A nivel programático están claras las ideas (estemos o no de acuerdo con ellas), pero hay un gran silencio en torno a la estructuración de la política en la sociedad (por ejemplo, urge una evaluación de la Ley de Partidos Políticos). Al APRA, que todavía podemos llamar partido, se le puede exigir una respuesta en este nivel. A la izquierda, que debate con solvencia desde columnas y blogs, que por lo menos saque el 5% en las próximas elecciones.

La República, 07/12/2007

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