estas alturas del segundo gobierno de Alan García, quienes votaron por el liberalismo económico de Lourdes Flores deberían darse por más que satisfechos: "la candidata de los ricos" habría sido menos atrevida que García en la tarea de favorecer al gran empresariado. En cualquier caso, ella no habría osado tildar de "perro del hortelano" a todo aquel que quisiese dar una mirada cautelosa, a diferencia de un frenético visto bueno, a la venta del patrimonio estatal. Y menos aún repetir esta caricatura insultante en medio de los virulentos paros y marchas de los sectores populares.
A la derecha, por supuesto, no deja de sorprenderle que García sea hoy el más fervoroso apologista de esa "revolución capitalista" tan reclamada por Mario Vargas Llosa. Luego de más de dos décadas de odiarlo tanto como a Velasco Alvarado, todavía le cuesta creer que "Alan Damián" sea uno de los suyos. En realidad, no hay nada sorprendente en la conversión de García al neoliberalismo: ésta meramente emula el retorno de la izquierda al poder en el marco del capitalismo global. No es ningún secreto que, durante los años 90, los comunistas "reformados" de Europa oriental se impusieron en las urnas para luego privatizar las empresas estatales y desmantelar el Estado benefactor.
Lejos de expresar un desencanto con el libre mercado o el anhelo del regreso del socialismo, el retorno de la izquierda al poder es la prueba definitiva del triunfo del capitalismo.
En El espinoso sujeto, el filósofo esloveno Slavoj Zizek compara a la nueva izquierda con los protagonistas de The Full Monty. En esta película, cinco trabajadores desempleados deciden protagonizar un show en un club de striptease, a pesar de que sus cuerpos no encajan con las expectativas estéticas del público habitual. En un primer momento, los desocupados conciben la acción de desnudarse como una manera rápida de conseguir el dinero que les permita cumplir con sus compromisos económicos. Mas pronto se percatan de que su acción tiene mayor relación con el desprenderse del falso orgullo viril de la clase obrera. Aquí es importante recordar que, en el diálogo inicial, uno de los ex obreros comenta que después de haber visto a una mujer orinar de pie, no podía sacarse de la cabeza la idea de que el tiempo de los hombres había llegado a su fin. Así, cuando en la escena final, los cinco se quitan la ropa frente a un público femenino, simbólicamente se despojan también de la virilidad (erróneamente) asociada al desafío político del proletariado. Tristemente, el acto de desnudarse de estos personajes es similar al vuelco político de la izquierda contemporánea. Como lo señala Zizek, la actitud de la nueva izquierda es la de "hacer un striptease y desembarazarse de los últimos vestigios del discurso de izquierda propiamente dicho".
Ahora bien, debemos relativizar el argumento de Zizek: sería de mala fe extender la lógica del Full Monty a todos los partidos de la nueva izquierda latinoamericana: no sería correcto sostener, por ejemplo, que el MAS de Evo Morales se ha despojado de sus vestidos propiamente socialistas. No obstante, si hay un izquierdista que se adscribe perfectamente a la lógica ironizada por Zizek, ese es sin duda Alan García.
Meses antes de la elección del 2006, García sorprendió al público bailando el perreo y luego volvió a sorprenderlo con el baile del teteo, tan aplaudido por Jaime Bayly. Muchos pensaron que, con estos bailes, García pretendía aparecer ante el elector como un hombre relajado, divertido, un hombre cómodo con su situación en el mundo que ya nada tenía que ver con el "caballo loco" socialista de su primer gobierno. Otros pensaron que el García danzarín era un disfraz del verdadero García socialista, del peligroso protoleninista que agita a las masas con el puño en alto. Se equivocaron. Si hubiesen leído a Buffon, uno de los sabios de la era clásica, se habrían enterado de que "el hombre es el estilo", que lo más profundo en él es la apariencia, que su verdad es el disfraz.
Ahora lo sabemos bien. Ni el perreo ni el teteo eran disfraces del verdadero García socialista. Esos disfraces eran el verdadero García: eran el preámbulo erótico del striptease neoliberal que vendría después, los preliminares del obsceno espectáculo de "desembarazarse de los últimos vestigios del discurso de izquierda propiamente dicho".
Sólo a quienes se aferran a los contenidos políticos les puede parecer que García presidente ha sido incoherente con la promesas socialistas del García candidato. El perreo y el teteo son bailes que prometen el desnudo: si se acepta que la forma es el contenido, no se puede decir que García no ha cumplido con lo que prometió.
A la derecha, por supuesto, no deja de sorprenderle que García sea hoy el más fervoroso apologista de esa "revolución capitalista" tan reclamada por Mario Vargas Llosa. Luego de más de dos décadas de odiarlo tanto como a Velasco Alvarado, todavía le cuesta creer que "Alan Damián" sea uno de los suyos. En realidad, no hay nada sorprendente en la conversión de García al neoliberalismo: ésta meramente emula el retorno de la izquierda al poder en el marco del capitalismo global. No es ningún secreto que, durante los años 90, los comunistas "reformados" de Europa oriental se impusieron en las urnas para luego privatizar las empresas estatales y desmantelar el Estado benefactor.
Lejos de expresar un desencanto con el libre mercado o el anhelo del regreso del socialismo, el retorno de la izquierda al poder es la prueba definitiva del triunfo del capitalismo.
En El espinoso sujeto, el filósofo esloveno Slavoj Zizek compara a la nueva izquierda con los protagonistas de The Full Monty. En esta película, cinco trabajadores desempleados deciden protagonizar un show en un club de striptease, a pesar de que sus cuerpos no encajan con las expectativas estéticas del público habitual. En un primer momento, los desocupados conciben la acción de desnudarse como una manera rápida de conseguir el dinero que les permita cumplir con sus compromisos económicos. Mas pronto se percatan de que su acción tiene mayor relación con el desprenderse del falso orgullo viril de la clase obrera. Aquí es importante recordar que, en el diálogo inicial, uno de los ex obreros comenta que después de haber visto a una mujer orinar de pie, no podía sacarse de la cabeza la idea de que el tiempo de los hombres había llegado a su fin. Así, cuando en la escena final, los cinco se quitan la ropa frente a un público femenino, simbólicamente se despojan también de la virilidad (erróneamente) asociada al desafío político del proletariado. Tristemente, el acto de desnudarse de estos personajes es similar al vuelco político de la izquierda contemporánea. Como lo señala Zizek, la actitud de la nueva izquierda es la de "hacer un striptease y desembarazarse de los últimos vestigios del discurso de izquierda propiamente dicho".
Ahora bien, debemos relativizar el argumento de Zizek: sería de mala fe extender la lógica del Full Monty a todos los partidos de la nueva izquierda latinoamericana: no sería correcto sostener, por ejemplo, que el MAS de Evo Morales se ha despojado de sus vestidos propiamente socialistas. No obstante, si hay un izquierdista que se adscribe perfectamente a la lógica ironizada por Zizek, ese es sin duda Alan García.
Meses antes de la elección del 2006, García sorprendió al público bailando el perreo y luego volvió a sorprenderlo con el baile del teteo, tan aplaudido por Jaime Bayly. Muchos pensaron que, con estos bailes, García pretendía aparecer ante el elector como un hombre relajado, divertido, un hombre cómodo con su situación en el mundo que ya nada tenía que ver con el "caballo loco" socialista de su primer gobierno. Otros pensaron que el García danzarín era un disfraz del verdadero García socialista, del peligroso protoleninista que agita a las masas con el puño en alto. Se equivocaron. Si hubiesen leído a Buffon, uno de los sabios de la era clásica, se habrían enterado de que "el hombre es el estilo", que lo más profundo en él es la apariencia, que su verdad es el disfraz.
Ahora lo sabemos bien. Ni el perreo ni el teteo eran disfraces del verdadero García socialista. Esos disfraces eran el verdadero García: eran el preámbulo erótico del striptease neoliberal que vendría después, los preliminares del obsceno espectáculo de "desembarazarse de los últimos vestigios del discurso de izquierda propiamente dicho".
Sólo a quienes se aferran a los contenidos políticos les puede parecer que García presidente ha sido incoherente con la promesas socialistas del García candidato. El perreo y el teteo son bailes que prometen el desnudo: si se acepta que la forma es el contenido, no se puede decir que García no ha cumplido con lo que prometió.
La República, 13/03/2008
No hay comentarios:
Publicar un comentario