A mediados del siglo XIX el sabio peruanista Antonio Raymondi, profundo conocedor de la geografía nacional, solía decir que el Perú era un mendigo sentado en un banco de oro para graficar el desorden político y la incuria del Estado peruano, que a pesar de sus enormes riquezas naturales se encontraba en permanente quebranto económico.
A la misma conclusión de Raymondi, llega el presidente Alan García en dos interesantes artículos escritos y publicados en días pasados, denominados “el síndrome del perro del hortelano” y la “receta para acabar con el perro del hortelano”.
En ambos nos describe lo que todos conocemos o hemos padecido cuando se trata de hacer un trámite en cualquier instancia de nivel central, regional o municipal (acuérdense de las revisiones técnicas), donde siempre dan por respuesta un consabido “venga mañana”, “le faltan documentos”, “pague en el Banco de la Nación”, “saque su cita por teléfono”. Ciertamente el Estado es un perro del hortelano al que pocos se quieren enfrentar.
El perro del hortelano sabe que antes muchos anunciaron su muerte, como cuando el ex presidente Toledo prometió hasta en dos oportunidades, y muy solemnemente en mensaje a la nación “la reforma del poder judicial” (el cachorro más querido del perro del hortelano), y hoy están de huelga y las cosas siguen como siempre.
Todos sabemos que la ineficiencia del Estado se encuentra en el origen de casi todos los problemas que aquejan a los peruanos, por lo que de poco nos van a servir leyes bien intencionadas, nuevas inversiones, concesiones y el propio TLC con Estados Unidos si se mantienen las deficiencias que han sido expuestas en el reporte del World Economic Forum, donde en temas de desarrollo humano y de infraestructura tenemos niveles realmente preocupantes.
Necesitamos en definitiva un Estado con capacidad gerencial, que dinamice la administración pública y evite situaciones como las fallidas compras de patrulleros, ambulancias, pertrechos para la policía o medicamentos y la parálisis de las inversiones como sucede hoy con las regiones y las municipalidades donde, por trabas legales y burocráticas, más de 12 mil proyectos de inversión, que podrían generar empleo y fortalecer las economías locales, no se ejecutan.
Sin duda de este resultado no sólo es responsable el SNIP, sino también la falta de gestión y capacitación de los funcionarios regionales y municipales y una suerte de síndrome de denuncias que se ha extendido en la administración pública consecuencia de un sistema de control que privilegia los procedimientos a los resultados, y que en definitiva termina frenando cualquier iniciativa positiva de los funcionarios públicos.
Si el Poder Ejecutivo y los otros poderes del Estado no toman medidas firmes para revertir esta situación, el perro del hortelano seguirá gruñendo detrás de cada ventanilla, sellando, exigiendo certificaciones, declaraciones juradas, constancias y frenando el desarrollo nacional ¡Ah, me olvidaba, el perro del hortelano cobra sus honorarios por el PNUD, cuya desaparición fue anunciada tiempo atrás!
Expreso, 02/12/2007
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