sábado, 1 de diciembre de 2007

Fernando Vivas: El perro que menea la cola

Le va bien a Alan García con su perro del hortelano. La figura es atemporal, pero él la aplica a una circunstancia histórica que conoce bien, pues la vivió con y sin poder: la crisis del comunismo a fines de los años 80, extendida a los 90. La idea --parafraseo a Sartori-- es que por entonces se forjaron muchos aguafiestas, quienes, frustrados por el derrumbe de sus utopías antisistema, se metieron a ONG multiculturales, de derechos humanos y ambientalistas para desde allí consolarse, al menos, clavando sus dientes en las pantorrillas del sistema, grrrrr, grrrrrr, guau, guau.
Por supuesto, esta generalización es injusta y puede generar un macartismo de perrera. Abundan los objetores por encima de cualquier caricaturización o injuria alanista y, además, hay otras canteras de perros de huerta: los hay fujimoristas, ultraliberales, mojigatos y, claro, apristas, trabajando en ministerios, calentando una curul, empollando una sentencia en el Poder Judicial. Cualquier proyecto que les mueva el piso los pone saltones y ladran. Homo homini canem: El hombre es el perro del hombre.
Pero hay otro perro que debe preocuparnos. No es ideologizado como el hortelano; es un perro sin bandera, que ladra por doquier, que sí come pero no deja comer o, manipulador él, hace creer que deja comer.
Es el perro que menea la cola y su fama no se la debe a Lope de Vega y el siglo de oro español, sino a la cultura popular anglosajona. Existe un chiste que consiste en preguntar Why does a dog wag its tail? (¿Por qué el perro menea la cola?) y responder que lo hace porque la cabeza es más lista que la cola, pues de lo contrario la cola menearía al perro. De esta pachotada deriva la frase Wag the dog (Menear al perro), también título de un thriller de 1997 sobre la manipulación, el juego de las apariencias y las cortinas de humo, pues la protagoniza un 'spin' doctor que fragua una guerra para que el público no vea un escándalo sexual que jaquearía al poder. ¿Cuál es la cabeza? ¿Cuál es la cola?
Sin entrar en teorías del complot y sin ponerles apellido, ponchemos a tanto perro que menea la cola mediática distrayéndonos del trasfondo político, haciendo promesas de impacto, alarmando con penas de muerte, anunciando capturas de terroristas o amenazando publicar listas de terrucos liberados. No queremos ser testigos mudos de una metafórica pelea de perros del hortelano versus tramposos perros que menean la cola.
Pero sí es bueno que García, tras recurrir al viejo truco publicitario del cave canem (latinajo irresistible: "Cuidado con el perro", hallado en las ruinas de Pompeya, se considera el primer aviso de la historia), publique recetas, las explique y las ubique en un marco de reforma del Estado con el que uno puede estar básicamente de acuerdo.
Que haya convertido lo que pudo ser una agenda de trabajo interno en artículos periodísticos es una meneadita de cola, pero ha generado, en buena hora, un debate de contenidos.

El Comercio 29/11/2007

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