Todos sabemos que los perros no comen uvas, ni espárragos, ni mangos, ni aceitunas, ni piñas. Tampoco, harina de pescado. En general, los perros no comen casi nada de lo que exportamos. Por lo cual no deberíamos asombrarnos de que el perro portuario y sindical ni exporte ni deje exportar. Total, ¿qué puede importarle que miles de toneladas de alimentos se pudran en los contenedores? ¿Y qué puede interesarle que clausurar un puerto sea ilegal? ¿Y qué diablos le importa que el Callao, además de ser caro e ineficiente, consiga el máximo descrédito internacional justamente cuando suponemos que muy pronto llegará la confirmación de un TLC con los Estados Unidos? ¡Cómo deben estar riendo a carcajadas en Chile...! El columnista del diario El Comercio que suele aparecer los domingos, homónimo del Presidente de la República y que firma como él: Alan García Pérez, ha descrito con precisión las actitudes, ademanes, gestos, talante y hasta la que generosamente podría llamarse “sicología” del perro del hortelano. Lo único que no nos ofrece el articulista es la foto del mencionado can, por ejemplo, mordiéndole la pierna a un empresario exportador. Pero la identidad del perro no es tampoco un misterio. Si examinamos los últimos 20 años de historia sindical en el Callao; si advertimos los ríos de demagogia volcada en el puerto, en el Congreso, en Alfonso Ugarte y en cualquier lugar en que haya más de un estibador, bien fácil será que notemos el parecido con Luis Negreiros Criado. Aunque el primer ministro Del Castillo afirme que las declaraciones y advertencias del empresario José Chlimper –dispuesto a recuperar el Callao a balazos si fuere necesario– no tuvieron ninguna importancia ni menos eficacia y todos creamos que sí las tuvieron; aunque el propio Premier anunciara que se había recuperado el Callao y podía despacharse y recibirse mercancías, mientras más de un centenar de trabajadores portuarios lo desmentía manteniendo la huelga, el candado y la parálisis total del puerto; pese a todo deberíamos habernos dado cuenta de que el perro del hortelano se puede haber disfrazado de colibrí, pero maneja los hilos y está siempre dispuesto a morder. Quisiera rogarle a nuestro colega, el periodista Alan García, que le pase el dato a su homónimo, el señor Presidente –particularmente después de su brillante, sensato e inobjetable discurso en CADE, en donde los canes rabiosos quedaron muy mal parados–, y le haga saber quién es y cómo teje la tela marinera el perro del hortelano, ya que parece ser preocupación prioritaria de por lo menos uno de los García Pérez: el lúcido columnista. El señor García Pérez –el otro– tiene muy cerca de sí al perro del hortelano, visible, activo y ladrador. (No digo “labrador”, porque es un chusco vulgar y sin clase). Lo tiene en su partido, en el Congreso, en su bancada. Lo tiene siempre donde pueda ladrar y morder, estorbar y hacer daño. Lo tiene tan a la mano que bien podría ponerle correa y bozal. Especialmente después de repasar su video del viernes último en Trujillo.
Correo, 04/12/2007
martes, 4 de diciembre de 2007
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario