sábado, 1 de diciembre de 2007

¿Cómo superar "el síndrome del perro del hortelano"?

No más mendigos sentados en bancos de oro ni perros del hortelano. Los recursos debe ser utilizados racionalmente en beneficio de todos
Hace una semana publicamos en esta misma página un artículo enviado por el presidente Alan García, tan inusual como polémico e importante para el devenir del Gobierno y del país. En torno al mismo se ha armado un arduo y productivo debate, que debiera continuar hasta recalar en la revisión y discusión de consensos nacionales y de políticas de Estado orientadas a promover el salto cualitativo hacia el desarrollo de las áreas más deprimidas del país.
En lo formal e ideológico, resulta gratificante asistir a lo que podríamos llamar una maduración doctrinal del pensamiento político del doctor García, matizado ahora de pragmático estadismo y acompañado de la correspondiente valentía para sustentar puntos de vista no siempre populares. Ya en la campaña electoral, tuvo que reconocer los graves errores de gestión de su primer gobierno, debidos tanto al ímpetu juvenil pero también a la adherencia a una línea partidaria ideológica trasnochada, en la que el Estado tenía un rol preeminente, con todos los perjuicios que ello trajo.
Ahora, dos décadas después, la realidad es distinta. Caído el Muro de Berlín y cuando las fronteras ceden al dinamismo de la globalización, de la iniciativa privada y del libre comercio, hay cada vez menos lugar para los corsés y rigideces ideológicos de uno u otro lado.
Como bien lo ha dicho acá el ex presidente del Gobierno Español Felipe González hoy las políticas de gobierno en América Latina deben estar sustentadas en el crecimiento económico, la reducción de la pobreza y la generación de empleo, y no en priorizar las ideologías. Y es que, según su experiencia, algunos gobiernos de izquierda --a la que él pertenece-- rechazan iniciativas que podrían beneficiar a millones de personas, como dar en concesión los servicios de agua potable, por priorizar su armazón ideológica antiempresa privada. Mientras tanto, los pobres continúan sufriendo la falta del vital servicio.
¿La carreta delante de los caballos? ¿La defensa a ultranza de consignas y escudos ideológicos antes que del genuino interés de los gobernados? Si no es de esta manera --y así lo sustenta García--resulta imperativo hacer un exhaustivo análisis para determinar las fuentes de las cuales beben los grupos que, arrogándose la representación de los pobres y la defensa a ultranza del medio ambiente, se oponen a la explotación racional de los recursos naturales que puedan crear riqueza y desarrollo justamente en beneficio de esos pobres.
Tal es el telón de fondo del artículo del presidente que compara la situación del floreciente Ilo, "producto de la minería y de la pesquería", con la de Ayabaca (Piura), que tiene más recursos mineros que Cuajone en el sur, pero que vive la mayor pobreza. "Y es que allí --dice-- el viejo comunista anticapitalista del siglo XIX se disfrazó de proteccionista en el siglo XX y cambia otra vez de camiseta en el siglo XXI para ser medioambientalista. Pero siempre anticapitalista, contra la inversión, sin explicar cómo, con una agricultura pobre, se podría dar un salto a un mayor desarrollo".
Es lo que ha llamado el síndrome del perro del hortelano, que no come ni deja comer, que dice: "Si no lo hago yo, que no lo haga nadie".
Lo mismo pasa, siguiendo el hilo conductor de García, con los ingentes recursos forestales, marinos e hidrográficos del Perú, tan potencialmente ricos pero inertes ante la arremetida opositora de grupos de interés de una u otra raigambre. Claro que ha habido proyectos fallidos y mal planeados y ejecutados, pero hoy, como lo recuerda el jefe del Estado, existe la tecnología suficiente para explotar recursos sin dañar el ecosistema.
Es dentro de este marco --dice García-- que deberá otorgarse concesiones forestales de largo plazo y a "grandes empresas", vender en grandes lotes las tierras donde viven las comunidades campesinas pero dialogando con ellas. También podrá convencérseles de que se reconviertan a la modernidad, como ha señalado con válidos ejemplos el ecólogo Antonio Brack en reciente artículo. Para ello, pensamos, las comunidades deberán conseguir los capitales necesarios, ya sea mediante préstamos o asociaciones, pero no esperando que se los proporcione el Estado. Deberán también modernizar su estructura asociativa, pues la actual es un freno ante la necesaria agilidad empresarial y financiera.
Retomando el hilo de García, se deberá otorgar lotes de mar a inversionistas para que desarrollen la maricultura y haciéndoles ver a los pescadores artesanales que ellos no tienen por qué convertirse en 'perros del hortelano'. Tampoco puede dejarse de lado el aprovechamiento de los enormes recursos hidroenergéticos de la sierra para exportar energía limpia.
En concreto, no puede perderse de vista que el objetivo del desarrollo es crear riqueza y bienestar. Pero ello debe ser redistribuido durante el proceso y no esperando que llegue a los que más tienen y luego 'chorree'.
Es, entonces, momento de pasar a la acción. El Gobierno, sustentado sobre estas sólidas y maduras estructuras de pensamiento político, deberá asumir la responsabilidad de promover la inversión privada en el país, de forma generalizada y no solo entre los empresarios tradicionales, como lo ha venido haciendo.
Deberá hacer de esta inversión privada social el espolón de proa de la reconversión de las áreas más deprimidas y convencerlas de dejar de esperar sentados en un banco de oro la ayuda del Estado. Ellos tienen la fuerza, como lo demuestran la cooperativa de Porcón, en Cajamarca, que ha reforestado 9.500 hectáreas de pino, o la Cooperativa Oro Verde, que exporta café de primera calidad a Francia, entre tantas otras.
Eso sí, deberá haber controles y sanciones estrictas para quienes transgredan la ley, en especial los que abusen de los beneficios otorgados. Tampoco se podrá dejar de lado la ayuda social para aquellos más deprimidos a quienes les tome mayor tiempo incluirse en esta reconversión.
Y todo esto corresponde hacerlo al Gobierno y de manera específica al autor del artículo, el presidente Alan García.
No más mendigos sentados en bancos de oro, ni perros del hortelano, ni chivos expiatorios. Es el mensaje que nos deja el artículo. Es tiempo de que entendamos que los recursos están para ser utilizados (si bien no abusados) y que, respetando la propiedad, quienes los tengan ahora asuman la responsabilidad social de hacer que produzcan lo más posible en beneficio de todos los peruanos.

El Comercio, 04/11/2007

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