No podemos seguir así. Esto es un canódromo. La política se desenvuelve entre los perros del hortelano y los perros de chacra. No dejan actuar. Es necesaria una cirugía del Parlamento. Tiene procedimientos farragosos, cansinos, lentos. Y van al pleno asuntos altamente técnicos que no domina la mayoría. Por ejemplo, la esotérica ley de presupuesto debatida horas de horas durante días en un cenáculo de intonsos, entre los que estoy yo. No se quiere restaurar la Carta de 1979; no se intenta reconstruir el bicameralismo; la única solución, entonces, es modificar las actuales características del Congreso, alta expresión de la desparlamentarización del otrora primer poder del Estado.
Repito cosas ya dichas; lugares comunes de fecundidad pedagógica. El Parlamento no tiene el monopolio legislativo. Existen leyes presidenciales como decretos de urgencia y facultades delegadas; el Jefe de Estado puede celebrar o ratificar tratados o adherir a éstos sin el requisito de aprobación congresal, salvo en materia de derechos humanos, soberanía, defensa, obligaciones financieras. Hasta el Tribunal Constitucional deroga y promulga normas en virtud de sentencias exhortativas, estipulativas, manipulativas, integratorias, etc. Finalmente, se distingue el dominio de la ley a cargo del Parlamento y del reglamento a cargo del gobierno. Como lo recuerda Delgado Guembes, desde 1980 hasta 1992 se expidieron más de quince mil normas, pero el noventa por ciento de esa normatividad es atribuible al Ejecutivo y sólo el diez por ciento al Parlamento. Pese a eso no funcionamos. Alan en su excelente artículo de El Comercio denuncia que seis proyectos gubernamentales duermen el sueño de los justos en arcaicas comisiones.
Los plenos del Congreso son fatigantes y mediocres, con polémicas bizantinas. Debe reducirse su ámbito. Los debates de normas deben estar a cargo de comisiones especializadas. Los modernos parlamentos europeos atribuyen la facultad de aprobar leyes a dichas comisiones. La Constitución española señala que “las Cámaras podrán delegar en las Comisiones Legislativas Permanentes la aprobación de proyectos o proposiciones de ley. El Pleno podrá, no obstante, recabar en cualquier momento el debate y votación de cualquier proyecto o proposición de ley que haya sido objeto de esta delegación”. Y la magna lex italiana establece en qué casos y formas se remite el examen y la aprobación de los proyectos de ley a comisiones permanentes formadas de manera que reflejen la proporcionalidad de los grupos parlamentarios. Eso tenemos que introducirlo en el Perú. Haría eficaz y vertiginoso al Parlamento.
La doctrina constitucional ha definido este procedimiento como descentralizado y abreviado. Lo acuñó Mortati en la Asamblea Constituyente italiana (1947). Se recortan plazos; se suprimen fases de tramitación; se evita el plenario. Pero, de éste no se escapan, evidentemente, la reforma constitucional y las leyes orgánicas. Nuestra ley del presupuesto tendría que ser debatida y aprobada por la comisión especializada, pese a que foráneamente no sea esa la tendencia. Pero nuestra realidad espacio-temporal lo exige. Démosle bocado al perro del hortelano.
lunes, 3 de diciembre de 2007
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