Enfrentados a la necesidad de mejorar las cosas en el país, sobre todo en beneficio de las denominadas "grandes mayorías", parece menester determinar quien es el verdadero llamado a operar cambios, y atender consejos. ¿Será el perro, o será el hortelano?.
Me siento más cómodo intentando comunicarme con el hortelano, o sea con el estadista, para sugerirle que, en lugar de mandar matar a su propio perro, se plantee la imperiosa necesidad y educarlo y reorientarlo, sobre la base de decisión, disciplina y buen ejemplo.
La educación para que "el perro del hortelano", o sea el Estado mal orientado tal como está ahora, deje de ser tal, y se convierta en un eficaz guardián, debe empezar porque el hortelano asuma el reto de decidirse a renunciar a la acumulación de poder político que la actual actividad del Estado le genera. Es ese, a mi entender, el primer paso.
Se trata de enfocar la reforma del Estado, para definir, de una vez por todas, el verdadero rol del Estado. Debería, entonces, el hortelano hacerse algunas preguntas, como, por ejemplo, ¿queremos un Estado que dedique su esfuerzo y presupuesto a generar igualdad de oportunidades?, o ¿queremos seguir jugando a participar en la vida económica, creando sobre costos y externalidades negativas que dificultan la labor del sector privado y, sobre todo, que propician el que se abandone a las grandes mayorías?
Una vez que haya resuelto ese primer dilema, deberá entonces, abocarse a tomar decisiones que ayuden a reoriental al fiel amigo. Sobre la base de estas decisiones, podremos los demás apreciar cómo es que el hortelano dedicará sus horas y mayores esfuerzos a cultivar los bandonados huertos de la salud, la Educación, la Justicia, la Seguridad y la Infraestructura Básica, así como promover la activa participación del sector privado. Ya no seguirá el hortelano cultivando aquellos verdes campos que no le corresponden.
Las decisiones son simples, pero de hondo significado y previsibles consecuencias. Por ejemplo, ¿permitirá el hortelano que se privatice Sedapal, para que las grandes mayorías, gracias a la inversión y gestión privada cuenten al fin con agua a precio justo y con mejor salud? ¿Dejará el hortelano de jugar al carísimo negocio petrolero, y permitirá que el sector privado, al igual que hizo el gigante petrolero Petrobras, tome la mayoría de su capital y asuma la gestión y el riesgo?
Más aún, ¿Se decidirá el hortelano a privatizar la actividad portuaria, y a dedicarse por entero a mejorar los niveles educativos? ¿Podrá utilizar su tiempo y sus herramientas en la prioritaria atención de la salud pública, así como en la urgente necesidad de recuperar al tan mal visto Poder Judicial? ¿Es acaso consciente el hortelano de que haciendo lo que corresponde hacer las grandes mayorías estarían mucho mejor, la economía sería más ágil y creciente, la política encontraría mayor y mejor sintonía con la población y las condiciones generales serían mucho más propicias para aprovechar los Tratados de Libre Comercio que ahora impulsa?
Debe el hortelano, en la quietud de su huerto, tomar al toro por las astas y señalar el rumbo del cambio en la visión del Estado, cuidando más del futuro de los ciudadanos que de la actualidad de los negocios, privilegiando la existencia de condiciones de igualdad, y dejando en manos del sector privado la generación de empleo y de riqueza. En ese empeño, deberá enrumbar a sus propios compañeros, siempre pensando en una visión de futuro debidamente entendida y compartida.
Reorientada así la acción del Estado, verá el hortelano que su fiel amigo será muy necesario, para proteger sus acciones y para garantizar la continuidad de la reforma, trayendo cada vez más estabilidad a nuestro querido país, que tanto la necesita.
No mate al perro, señor hortelano, tome la decisión de reeducarlo y verá como se reencontrará con él, y cómo hará que el Perú se reencuentre con la senda del progreso, el trabajo, la inversión y la riqueza, sin tener que temer por el futuro. Tome la decisión, y habrá iniciado al fin la verdadera lucha contra la pobreza.
Gestión, 07/09/2007
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